lunes, diciembre 17

Sara (Capítulo 31)



Estaba sentada en uno de los incómodos asientos del avión de camino a España. La cabeza me daba vueltas y no había soltado la mano de Harry en ningún momento, las lágrimas no cesaban, seguro que todo era una broma, una broma de mal gusto de mis padres y cuando me bajase del avión mi abuela iba a estar ahí, para abrazarme y decirme que todo estaba bien. Por primera vez miré a los demás, Zayn y Harry había insistido en acompañarnos, no pusimos mucha resistencia, los dos parecía tristes. Laura tenía la mirada perdida y al igual que yo no paraba de llorar.
Bajamos del avión y desesperadamente busqué a mi abuela por todas partes con la esperanza de que apareciese, pero no veía a nadie, no la veía a ella, a lo lejos vi a los padres de Laura y los míos instintivamente corrí a los brazos de mi padre, las lágrimas caían con mas fuerza, las piernas me fallaban, oía como mi padre lloraba conmigo en silencio, no podía ser, el dolor de mi cabeza se hizo mas fuerte, sentía como todo me daba vueltas, mi padre intentó recomponerme y me dio una botella de agua, bebí un poco intentando deshacer el horroroso nudo que se había formado en mi garganta desde que recibí la llamada, pero no se iba.
Cuando me tranquilicé un poco, presentamos a Zayn y Harry, no era el mejor momento pero había que presentarlos, los presentamos simplemente como unos amigos, aun que no lo pareciese por los abrazos que nos daban y que no nos soltaban las manos, pero no era el momento para decirles lo que en realidad eran. Éramos ocho y a nuestros padres no le habíamos avisado de que venía Zayn y Harry y en el coche de siete plazas no entrabamos así que mi madre y la madre de Laura se fueron en un taxi. Llegamos al pueblo, la casa estaba en silencio, Laura me agarró de la mano y las dos recorrimos la casa con la esperanza de encontrar a alguien, de encontrarla a ella, pero no apareció.
El velatorio fue horrible, la familia teníamos que estar apartada para el pésame, pero le pedí a Laura que se quedase conmigo, no podía hacer esto sola. La gente se acercaba, gente conocida y otra gente que no habías visto en tu vida, todos te decían lo mucho que lo sentían y algo bueno de ella, alguna gente lloraba contigo y otra te acariciaba intentando consolarte pero lo único que hacía que no me callera al suelo era la mano de Laura agarrada a la mía. Cuando todo acabo, los cuatro nos fuimos a casa, ni yo ni Laura queríamos ver el cuerpo, no cenamos y nos fuimos directos a la cama, sentía un dolor muy fuerte en el pecho y Harry me abrazaba y me acurrucaba en silencio, intentando calmar mis sollozos pero resultaba imposible.
A la mañana siguiente fue el entierro, si el velatorio fue horrible el entierro lo fue aún mas, todo lo que había era silencio y lágrimas, todo el mundo lloraba, incluso Harry soltó alguna lágrima, le agradecía eternamente que estuviese a mi lado.
Los días siguientes fueron aún peores, las horas se hacían eternas, nos pasábamos el día sentados en los sofás, seguía sin creerme que mi abuela no estuviera, seguía sin creerme que ya nunca más me arroparía, ni me haría esas galletas tan ricas, ni me haría reír como solo ella sabía, lo único que me quedaba de ella eran los recuerdos y su olor que estaba por toda la casa. Sentía como que en cualquier momento entraría por la puerta y me diría que esta bien que no llorase mas, que no tenía por qué preocuparme porque ella estaba a mi lado, pero esto no lo pensaba yo sola. Cada vez que sonaba el timbre Laura y yo nos mirábamos y mirábamos la puerta con la esperanza de que entrase por allí, pero no lo hacía, nunca venía. Las noches eran aún peor, como dormíamos en la misma habitación, daba igual quien empezase a llorar, las dos acabábamos llorando, en silencio, para intentar que la otra no oyese nada, pero aun así nos oíamos. Las palabras eran las mínimas y las cosas que hacíamos igual. Mi cuerpo se había vuelto una carga y las comidas una pesadilla ya que la comida no pasaba de la garganta.
No podíamos ver a ninguno de nuestros hermanos, mi hermana pequeña no entendía donde estaba la abuela, solo sabía que se había ido a un lugar mejor y yo no podía contestarle mas que monosílabos porque si no rompería a llorar delante de ella. El hermano de Laura era más mayor que mi hermana pero seguía siendo el hermano pequeño y aunque no estuviese tan unido a mi abuela como lo estaba Laura también lo pasaba mal. Muchas veces Zayn y Harry se llevaban a nuestros hermanos a hacer cosas con ellos para alejarlos de tanta tristeza, mi hermana estaba encantada porque sabían quienes eran y como nadie quería jugar con ella estaba deseando salir con ellos a donde fuera y el hermano de Laura también le gustaba irse con ellos porque sentía que era la única manera de desconectar un poco.
En una de estas salidas de los chicos con nuestros hermanos, nuestros padres se acercaron a Laura y a mí que estábamos en el jardín.
- Chicas…- dijo la madre de Laura- hemos estado pensando y deberíais volver a Londres, los chicos tendrán cosas que hacer y así cambiareis de aire- Laura y yo nos miramos
- Pero… no nos queremos ir, no queremos dejaros solos…- dijo Laura, en la mirada de todos había tristeza y se notaba como faltaba una parte importante, yo no podía articular palabra, simplemente asentí para demostrar que estaba de acuerdo con lo que había dicho Laura.
- Os tenéis que ir chicas aquí no hacéis nada- dijo mi madre
- Pero…- dije por primera vez en toda la conversación pero mi padre me interrumpió
- No hay peros que valgas, os iréis si o si, los billetes ya están sacados y mañana por la mañana os iréis- todos nos quedamos en silencio- es por vuestro bien- y después de que mi padre añadiese eso, los cuatro se fueron
Laura y yo nos quedamos en silencio, miré el agua de la piscina, esa piscina que yo quería y mi abuela la puso encantada cuando solo tenía siete años. Una lágrima se deslizó por mi cara
- Puede que sea lo mejor…- añadió Laura
- Puede- dije limpiándome la lágrima
- Además los padres tienen razón, los chicos tendrán cosas que hacer y ¿hasta cuándo pensábamos quedarnos aquí?- asentí para darle la razón y me levanté de allí hacía la habitación
Yo no estaba tan segura de que fuese lo mejor, me sentía rota y vacía, sentía que si me iba una parte importante de mi se quedaría amarrada aquí y que dejaría tirado al resto de mi familia, puede que si yo me quedase y Laura se volviese a Londres con los chicos sería mejor para todos. Rápidamente descarté esa idea, no podía separarme ni de Laura ni de Harry, los dos había conseguido que a día de hoy todavía siguiese en pie y si se alejaban de mi, me derrumbaría. Comencé a meter mi ropa y la de Harry en una maleta, al rato vino Laura y se puso a hacer lo mismo, cogí mi pijama y se me cayó al suelo, las piernas comenzaron a fallarme, Laura me agarró y me abrazó fuerte, rompí a llorar y le devolví el abrazo, Laura me acariciaba el pelo mientras me susurraba al oído:
- Tranquila pequeña, siempre estará contigo- me tumbó en la cama y luego se tumbó ella a mi lado, me abrazó de nuevo y me acarició el pelo hasta que dejé de llorar porque ya no me salían más lágrimas, en ese momento me di cuenta de que todo había cambiado, me di cuenta de que ya nada volvería a ser lo mismo, me di cuenta de que me acabaría acostumbrado a que ella no estuviese, pero mi mente rechazaba la idea, también me di cuenta de que esto dejaría en mi un vacío que nunca se podría llenar, pero lo mas importante, me di cuenta de que ella ya no estaba, me di cuenta de que mi abuela había muerto.

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